Pocas dinámicas de cambio ante un sistema educativo panameño desfasado

El  Ministerio de Educación informó en diciembre que unos 50 mil estudiantes reprobaron el año lectivo 2022, una cifra que reflejó un incremento cuando en el 2021 la cifra fue de alrededor de 40 mil estudiantes.

Los estudiantes que reprobaron y que hoy participan en el Programa de Recuperación Académica pagaron un costo estimado de siete dólares por materia. Las asignaturas de matemáticas, ciencias, biología, química, física y español siguen siendo las principales debilidades de los estudiantes panameños.

El sociólogo Alberto Agrazal Reyes, manifiesta que existe una “cultura del fracaso” que se alimenta de un sistema educativo colapsado con pocas dinámicas de cambio y que prepara a los futuros profesionales desde una óptica que no inculca el sentido de pertenencia sino más bien una cómoda adaptación a una sociedad en metátesis.

Agrazal Reyes describe algunos factores que inciden en que el estudiante no le encuentre sentido a su vida académica entre los cuales señala alumnos que caminan varias horas para llegar a su colegio cruzando ríos, los que prácticamente viven horas atrapados en tranques, los que se duermen en clases por falta de una alimentación adecuada, aquellos que no gozan de sus padres porque están ausentes buscando el sustento para el hogar y profesores que no reciben su salario a tiempo, en colegios casi en ruinas.

“Si queremos transformar a Panamá haciéndole frente a la desigualdad es hora de empezar un largo camino para que las comunidades educativas vuelvan a ser ese espacio de encuentro que sana el tejido social y crea una cultura del cuestionamiento que de por muerta esta cultura del fracaso”, añadió el sociólogo.

En tanto, Adriana Angarita, directora de Sénecalab, sostiene que más que fracasado el sistema de enseñanza aprendizaje está desfasado, no es funcional. “Esto no tiene que significar que estemos buscando culpables o criticando actores, simplemente es reflexionar si el sistema social y productivo ha tenido cambios hace 50 años en comparación a hoy, han sido leves, profundos o diametralmente diferentes”.

Uno de los principales factores que ha ralentizado los cambios necesarios en educación, dice Angarita, tiene que ver con las opiniones y perspectivas de los actores del sistema, las cuales son justificadas desde sus miradas y planteadas de forma teórica y anecdótica. Para poder cambiar este escenario se requieren medidas de resultado del aprendizaje, que sean públicas, sistemáticas y permanentes. La única medida real que con que se cuenta son las pruebas estandarizadas internacionales como PISA y ERCE, que permiten resultados generales mas no individuales de éxito de las instituciones o modelos. “Si logramos medir en pruebas estatales, el aprendizaje de nuestros niños, podremos potenciar las buenas prácticas que sí tenemos en el país y valorar el desempeño de las Instituciones, asignar presupuesto correctamente, llegando a establecer procesos de meritocracia que permitan contar con docentes, directivos y administrativos, unidos y claros en los objetivos que como sociedad esperamos”, agregó.

Para Angarita es importante que el docente inspire a sus estudiantes, que los emocione como él se emociona frente a la materia que enseña o frente a la maravilla del aprender para crecer en la vida. “Esto es lo que dignifica la labor docente, porque la medición para su eficacia no es que tanto que sabe sino cómo logra conectar con sus estudiantes”.

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