La Organización Internacional del Trabajo (OIT), presentó la undécima edición del “Observatorio de la OIT sobre el mundo del trabajo”, un documento que hace una radiografía de la situación actual del empleo y desempleo.
De acuerdo con el documento, para este 2023, el desempleo mundial disminuirá a los niveles previos a la pandemia para ubicarse en 191 millones de personas, es decir un 5,3%.
Dentro del informe se analizan otros indicadores entre ellos el relacionado al déficit de empleos el cual toma en cuenta a todas las personas que desearían trabajar pero no tienen un empleo.
En 2023, se prevé que el déficit mundial de empleos se sitúe en 453 millones de personas o el 11,7%, más del doble de la cifra de desocupación: El déficit mundial de empleos incluye tanto los 191 millones de desempleados como otros 262 millones que desean un empleo pero no cumplen los requisitos para ser considerados desempleados. Entre las personas sin trabajo pero no clasificadas como desempleadas se incluyen, por ejemplo, las desanimadas ante la búsqueda y las que actualmente no pueden aceptar un empleo a corto plazo, tales como quienes tienen responsabilidades asistenciales, describe la OIT.
Según el documento los países de ingreso bajo están ante la mayor tasa de déficit de empleos, con un 21,5%, mientras que la tasa en los países de ingreso mediano se sitúa ligeramente por encima del 11%. Los países de ingreso alto registran las tasas más bajas, con un 8,2%.
En general, mientras que solo unos pocos países, en su mayoría de ingreso alto, experimentan una tasa de déficit de empleos relativamente baja, el resto del mundo sigue sufriendo un déficit de empleos persistente.
Para el organismo internacional la situación es especialmente grave para las mujeres, cuya tasa de déficit de empleos sería del 14,5%, frente al 9,8% de la los hombres. Los países de ingreso bajo presentan la mayor disparidad de género en los déficits de ocupación, ya que las mujeres hacen frente a una tasa de déficit de empleos 9 puntos porcentuales superior a la de los hombres.
Ampliar la protección social para alcanzar la justicia social
En el informe se evidencian carencias en materia de políticas de protección social en los países en desarrollo y aporta nuevas pruebas de que mayores inversiones en este ámbito aportarían beneficios económicos, sociales y del empleo, y reducirían la brecha mundial de empleo.
El estudio analiza las pensiones básicas de vejez, en especial en los países de ingresos medios-bajos y de ingresos bajos, donde sólo 38,6% y 23,2% de los ancianos reciben, respectivamente una pensión, frente a 77,5% a nivel mundial. El Observatorio constata que la introducción de una pensión de ancianidad en los países en desarrollo aumentaría su PIB per capita de 14,8% en 10 años y reduciría la pobreza extrema (porcentaje de personas que viven con menos de 2,15 dólares diarios) de 6 puntos porcentuales, una reducción drástica de la tasa actual de 15,5%.