Muchos son los desafíos a los cuales se enfrentan las personas migrantes. Salir del país de origen no resulta fácil, pero llegan otros con la esperanza de mejores días para ellos y sus familias.
Los migrantes no viajan solos, lo hacen acompañados de sus niños quienes en muchas ocasiones se ven expuesto a la falta de alimento, servicio de salud o educación. De acuerdo con cifras preliminares del Servicio Nacional de Migración, del 1 de enero al 22 de octubre más de 200 mil personas han cruzado la selva del Darién, de ese gran total el 15% son menores.
En América Latina y el Caribe en el años 2020 habían 6.3 millones de niños, niñas y adolescentes migrantes menores de 18 años, según estimaciones del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef 2022).
Un documento elaborado por la Unidad de Migración y la División de Educación del Banco Interamericano de Desarrollo, titulado: “Migración y educación: desafíos y oportunidades”, indica que Belice, Panamá y Costa Rica, experimentan un mayor incremento de población migrante en edad escolar. De los países sudamericanos, a excepción de Brasil, Bolivia y Venezuela, todos han experimentado un aumento importante de esta población.
El documento del BID expresa que “Políticas educativas que tomen en consideración las necesidades de los migrantes, de sus comunidades receptoras y de las escuelas donde estudian pueden tener un impacto positivo en el desempeño general de todos los estudiantes, en la reducción de la deserción escolar y en la tasa de aprobación del año escolar”.
Los desafíos por superar
Entre los principales retos que enfrentan los niños, niñas y adolescentes al momento de acceder al sistema educativo está el momento de la llegada al país destino, pues no siempre coincide con el inicio del año escolar, la falta de información sobre qué hacer y cómo acceder al servicio de educación y la falta de documentos de identidad provistos por el país de origen.
Otro desafío por superar es el racismo, la discriminación y la xenofobia. De acuerdo con el documento en países como México, Costa Rica, Panamá, Argentina, Chile y República Dominicana el porcentaje de niños y niñas que sufren de burlas o acoso escolar es mayor entre los migrantes que entre los no migrantes.
“Sentirse discriminado no solo repercute en la integración en la comunidad, en la propia motivación y en el aprendizaje a lo largo de la trayectoria educativa, sino que también puede resultar en diversas patologías, como depresión, baja autoestima y estrés postraumático”, señala el documento.
Pero quizás el reto más importante que tienen los países de la región ante esta situación es proporcionar educación inclusiva y de calidad a estos niños, niñas y adolescentes. Para ello es necesario que se desarrollen políticas públicas que les permitan hacer uso de su derecho a la educación.
Países como Colombia, Brasil, Perú, Belice y Argentina ya han dado los primeros pasos.