OPS advierte sobre resistencia de la tosferina y pide reforzar la vacunación en las Américas

La tosferina, también conocida como coqueluche o tos convulsiva, ha resurgido con fuerza en las Américas. Mientras en 2023 se notificaron 4.139 casos, en 2024 la cifra ascendió a 43.751. En los primeros siete meses de 2025, nueve países han reportado más de 18.595 casos y 128 defunciones. Este resurgimiento está relacionado con la disminución de las tasas de vacunación y resalta la necesidad de reforzar la vigilancia activa y estandarizada. 

La enfermedad puede prevenirse con tres dosis de la vacuna DPT en niños menores de un año, y refuerzos durante la infancia y la adolescencia. Aun así, en personas infectadas —especialmente en lactantes— puede causar cuadros graves, con riesgo de complicaciones o incluso la muerte.

Durante la pandemia, las coberturas regionales de la primera dosis (DTP1) y la tercera (DTP3) cayeron a mínimos históricos: 87% y 81% en 2021, respectivamente. En 2023 se observó una recuperación parcial (90% y 88%), aunque aún por debajo del 95% recomendado por la OPS y con disparidades significativas dentro de los países. Además de la vacunación infantil, la OPS también recomienda vacunar a las embarazadas —especialmente en contextos de brote— y al personal de salud que está en contacto con recién nacidos.

Frente al resurgimiento de la tosferina en varios países de la región y la aparición y propagación de cepas resistentes a los antibióticos, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) reiteró la importancia de fortalecer la vacunación y los sistemas de vigilancia. La preocupación fue compartida durante una reunión reciente con la Red Latinoamericana y del Caribe de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos (ReLAVRA+), en la que se discutieron los hallazgos más recientes y las estrategias de respuesta frente a esta enfermedad altamente contagiosa.

“La vacunación, la vigilancia y el uso responsable de los antibióticos son fundamentales para evitar que la tosferina vuelva a convertirse en una amenaza grave de salud pública”, afirmó Pilar Ramón-Pardo, jefa del Programa Especial de Resistencia Antimicrobiana de la OPS. “Aún estamos a tiempo de contener este problema, pero necesitamos actuar: aumentar la cobertura vacunal, fortalecer la detección temprana y mejorar nuestra capacidad de respuesta ante brotes”, añadió.

Uno de los principales desafíos es que el tratamiento habitual se basa en antibióticos del grupo de los macrólidos, como la azitromicina, claritromicina y eritromicina. Sin embargo, mutaciones genéticas en la bacteria, particularmente en el gen 23S rRNA, están reduciendo la eficacia de estos medicamentos, dificultando el tratamiento de pacientes y la prevención en contactos cercanos.

Durante la pandemia de COVID-19, el uso extensivo e inadecuado de antibióticos como la azitromicina pudo haber contribuido a la aparición de cepas resistentes de Bordetella pertussis. Desde 2024, se han reportado casos en Brasil, Estados Unidos, México y Perú. Su detección fue posible gracias al fortalecimiento de los sistemas de vigilancia y diagnóstico, que incluyen el uso de pruebas moleculares y métodos estandarizados en laboratorios de referencia. Este avance, apoyado por alianzas internacionales, ha sido clave para identificar y contener estos casos.

Dado el uso generalizado de estos antibióticos y la alta movilidad internacional, existe el riesgo de una propagación más amplia si no se refuerza la respuesta sanitaria.

La resistencia a los antimicrobianos (RAM) ocurre cuando las bacterias desarrollan mecanismos para evadir el efecto de los medicamentos, volviéndolos ineficaces. En el caso de la tosferina, esto puede limitar las opciones de tratamiento, dificultar el control de brotes, y aumentar el riesgo de complicaciones graves, especialmente en contextos con baja cobertura vacunal.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *