Soluciones que transforman vidas: el BID impulsó junto a socios iniciativas para la primera infancia

En los primeros años de vida del niño o niña, se forman las raíces del aprendizaje, la salud y el bienestar que los acompañarán toda la vida. Pero en América Latina, no todos tienen acceso a desarrollarse de manera óptima.

En la región el costo de no actuar en primera infancia equivale a un 1,6% del Producto Interno Bruto (PIB) de la región. Millones de niños aún carecen de servicios esenciales de salud, nutrición y estimulación temprana. En promedio apenas el 0,34% de su PIB a educación preescolar, muy por debajo de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), lo que limita el acceso a servicios de calidad y profundiza las brechas sociales.

Ante este escenario, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en conjunto con socios logró mejorar la calidad de vida de más de 700.000 niños a través del Fondo De Innovación para el Desarrollo Infantil Temprano (Fondo DIT), tras ocho años de ejecución y una inversión de $10 millones, además de 300.000 padres y cuidadores, y 5.000 centros de atención infantil en América Latina y el Caribe. 

Los 23 proyectos financiados en Brasil, Colombia, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Jamaica, México, Panamá y Uruguay exploraron nuevas formas de promover la asistencia a la educación inicial, mejorar la calidad de las interacciones entre niños y adultos cuidadores, y atender la situación de la niñez migrante.

“Invertir en la infancia es una estrategia altamente rentable y costo efectiva.  Los programas de calidad para niños vulnerables de 0 a 5 años generan hasta un 14% de retorno anual”, señaló Ferdinando Regalia, gerente del Sector Social del BID. “No hacer estas inversiones cuesta caro a la sociedad, limitando el futuro educativo, económico y de salud de todo un país”, concluyó.

De acuerdo con el informe “Innovando el mañana: los logros del Fondo de Innovación para el Desarrollo Infantil Temprano en América Latina y el Caribe”, en Panamá, ante los bajos niveles de calidad en las interacciones en centros de atención infantil, se implementó un programa de formación dirigido a maestras y personal técnico, también basado en el modelo de aeioTU . El contenido abordó aspectos clave para el desarrollo infantil, como la planificación educativa, el juego y la relación con las familias, y se diseñaron módulos teórico- prácticos con el fin de promover prácticas más intencionadas y generar ambientes de aprendizaje enriquecidos en los Centros de Atención Integral a la Primera Infancia (CAIPI). El programa ofreció formación directa a 29 maestras, 10 administradoras y 5 supervisoras que, siguiendo una metodología de formación en cascada, capacitaron a educadores de 94 CAIPI en todo el país.

Otras iniciativas ejecutadas fueron:

  • En Jamaica el Programa Reach Up and Learn (RUL), que durante la pandemia de COVID-19 acompañó y fortaleció las habilidades parentales en el hogar. Este programa fue posteriormente adaptado al contexto de Brasil, mostrando resultados positivos en el desarrollo cognitivo y de lenguaje de los niños.
  • En Uruguay se diseñó una intervención para reducir el ausentismo en educación preescolar mediante mensajes a cuidadores.
  • En Colombia se apoyó análisis para facilitar la expansión de Semillas de Apego , un programa comunitario para familias en contextos de vulnerabilidad. 

La necesidad de innovar para escalar programas de desarrollo infantil, enfatizando la calidad, llevó al BID a unir esfuerzos con destacadas organizaciones de la sociedad civil, entre ellas la Fundación FEMSA, la Fundación Van Leer, la Fundación María Cecilia Souto Vidigal y Porticus, para constituir el Fondo. Esta alianza surgió con el propósito de financiar, diseñar, implementar y evaluar enfoques innovadores y escalables que mejoren las vidas de los niños menores de 5 años en la región, enfocándose en los grupos en mayor desventaja dentro de los países. 

Además de los proyectos, el Fondo DIT se consolidó como una plataforma regional de conocimiento, generando evidencia sobre las intervenciones más efectivas y compartiendo recursos y buenas prácticas a través de la Comunidad de Práctica en Desarrollo Infantil y el Hub de Desarrollo Infantil. Este esfuerzo fortaleció la colaboración entre gobiernos, sociedad civil, sector privado y academia, sentando las bases para políticas públicas más efectivas y sostenibles.

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